Por: Alexis Caballero Gálvez.
Hoy, después de 14 años, aún recuerdo como si fuera ayer el suceso que marcó gran parte de mi niñez, y ahora que tengo 20 años aún mi piel se pone de gallina al tan solo revivir esa desafortunada experiencia. Si la primera vez que un niño se cae es el inicio para que puedan vencer sus miedos, para mí fue todo lo contrario. Gracias a esa primera vez que dejó secuelas en mi vida, puedo admitir que aún tengo miedo a muchas situaciones y me cuesta enfrentarlas como debería de ser.
Desde pequeño existía un feeling por los animales, pero fue recién a los 6 años que mis padres decidieron llevarme a una granja cerca de la casa, una que se encontraba en Chorrillos y que llevaba como nombre “La Granjita de Metro”. Como todo niño entusiasmado y amante de los animales, recorrí cada rincón y vi a cada uno de ellos como los más hermosos que podían existir sobre la faz de la tierra. Era parte de mi mundo mágico donde los animales y yo éramos los principales protagonistas.
Pero todo cambio radicalmente Es a partir de este momento que hubiera querido que mi primera vez nunca sucediera y que mis ojos jamás hubieran puesto atención a aquel animal que hizo de mi primera caída la más traumática, lastimosa y que todavía queden consecuencias en mi vida.
Ese animal era un tierno e inofensivo pony, quien soportaba que los niños se treparan a él. También yo quería ser uno de esos mocosos. Les rogué a mis padres para dar un paseo en ese animal que cautivó mis ojos. Ahora, los protagonistas éramos el pony y yo. Luego de tanta espera llegó mi turno de subir y dar aquellas vueltas que deseaba desde que vi al animal. Me sentía el niño más afortunado del mundo, que al fin había cumplido su sueño que tanto esperaba minutos antes. Todo iba de la mejor manera, hasta que de pronto el pony que tanta ternura me transmitió en un principio, se convirtió en el animal más salvaje que he conocido. Me botó y caí en el arenal como un saco de papas. El impacto fue impresionante, jamás voy a olvidar que durante el proceso que me botaba de él y caía al suelo solo atiné a gritar: “¡mamá!”, con la fuerza que jamás lo he hecho y con el miedo que un niño puede tener cuando en ese momento no tiene a sus padres para que lo puedan sujetar y amortiguar del impacto.
El pony suele medir 150 cm de altura y pesan alrededor de 100 kg. |
Desperté en una ambulancia después de muchos minutos, todo el cuerpo me dolía y cuando vi a mis padres junto a mí, volví a cerrar los ojos para seguir descansando. Según me contaron años después, ellos pensaron lo peor en ese momento, que su pelirrojo iba a morir, pero jamás pensaron que si sobrevivía el acontecimiento iba a marcarme por toda la vida.
Pasé varios días internado en la clínica. Sufría con la comida y teniendo que estar quieto en la cama como si estuviera jugando a los encantados. Solo esperaba salir de ese lugar y volver a casa. Ese día llegó, pero no todo salió como lo esperaba, me costó muchos meses volverme a reponer y ser el niño juguetón y travieso que papá y mamá no podían controlar. Tuve que ir al psicólogo por el trauma que había dejado la caída. Fui durante 3 meses a la clínica para que me hagan algunos “chequeos” para ver que todo este normal. Todo dio un giro inesperado. No volví a ser el niño de antes.
Jamás olvidaré mi primera y más dolorosa caída. La cual ha dejado secuelas hasta el día de hoy. Tener miedo a montar bicicleta, subir a una moto, patinar. Temor a todo aquello que me haga acordar al pony que por minutos adoré y que por años detesté.
La raza más antigua es la Exmoor. Animales utilizados para actividades de tiro |
Me pasó algo similar y ya logré superar mi trauma, inténtalo tu también :)
ResponderEliminarhahaha, todos pasamos por algo así, relajado.. pronto lo solucionarás y está muy bien que hables del tema,de a pocos se irá ese miedo (:
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